domingo, mayo 07, 2006

Casetas (y jaimas) de la Feria de Abril


Hoy he estado en la Feria de Abril de Barcelona, en el Fórum. Como siempre, me arrepiento de haber comido allí: todo es carísimo y en muchos casos uno se siente engañado. Pero a pesar de eso, la Feria sigue guardando momentos entrañables para el visitante. Sin duda, no es un recinto marcado por el típico diseño barcelonés, el cual, aunque puede dar frutos espléndidos en ocasiones, generalmente me carga y hastía. (¡Menos estética vacua y más funcionalidad para el ciudadano, por favor!). Por eso me relaja entrar en la Feria, con su hortera entrada iluminada con decenas de bombillas, por los vestidos de faralaes, por la despreocupación con que se divierte y desenvuelve la gente, por las casetas de productos de diversa procedencia… Y es precisamente esta cada vez más diversa procedencia la que, para mí, ha hecho de la visita a la Feria algo inolvidable este año.

En primer lugar, y como es habitual en esta Feria de Cataluña, en pocos sitios se pueden comprar productos andaluces. Más bien priman los establecimientos gallegos, extremeños, catalanes o de otras regiones españolas. Eso, aunque parezca un contrasentido en tan andaluza celebración, siempre me ha parecido enriquecedor, y es precisamente lo que hace que este encuentro anual valga la pena en Barcelona: porque representa lo que es la ciudad y su región.

En definitiva, la Feria se ha convertido con el tiempo en un reflejo de las inmigraciones de hace décadas. Es un producto de los trabajadores que acogió Cataluña en los años 50 o 60, y ese producto lo disfrutan sobre todo aquellas personas, ya más de aquí que de allá, y sus hijos, nacidos aquí pero que conservan un sentimiento de simpatía o empatía con esas otras zonas de España.

Sin embargo, hace ya unos años que comenzó otra ola de inmigraciones, esta vez de lugares más lejanos. Y quién sabe si traerán consigo otra feria, por ejemplo africana o sudamericana dentrohecho feliz ver esto. Pero es que además había una caseta, o más bien debería decir “jaima”, que representaba a Marruecos. En la terraza había narguiles, y servían cuscús, amén del popular pero poco marroquí “shawarma”. No sé si servían alcohol, pero lo que sí sé es que han servido un espectáculo de danza del vientre que nunca habría esperado: un número protagonizado por un bailarín, y no la típica chica. ¿Un artista homosexual árabe actuando en público con éxito? ¿Es que algo está cambiando? ¿O será, simplemente, que también hay en el mundo árabes tolerantes? Yo creo que los hay y siempre los ha habido. Sólo hay que tenderles más la mano y darles más publicidad para que no se acobarden en su entorno. Sobre esto volveré a hablar otro día, cuando escriba sobre la canción “Almodóvar y Amenábar”. Espero no olvidarlo.


Ha sido fantástico. A algunos les parecerá que no pinta mucho una caseta árabe en la Feria de Abril, o que su existencia no tiene gran importancia, pero yo creo que pinta mucho más que un restaurante gallego. No porque lo gallego no forme parte de la actual Cataluña, que sí lo hace, sino porque lo magrebí, además de tener mucho que ver con nuestra tierra hoy día, es mucho más cercano a Andalucía. Para mí, esa jaima y su público ha sido el reflejo del pasado remoto andalusí y a la vez del futuro mestizo de nuestras ciudades.

Ante tanto pesimismo por la hipotética guerra de civilizaciones, ante tanta mala prensa y tanta intolerancia de uno y otro lado, me quedo con esta noche. ¡Brindemos por el futuro, que todavía existe y brilla!

Besos