viernes, septiembre 22, 2006

Suomi I: De Finlandia y los finlandeses

Por fin, tras un duro principio de curso (en el trabajo), consigo sacar fuerzas y minutos para escribir aquí. Y aún me queda explicar parte de mi verano. Para ello, mientras preparo un bikini y un mallorquín para desayunar, voy a subir algunas fotitos de Finlandia. Suomi. Finlandia. Qué país. Qué paisajes. Qué historia. Qué lenguas. Qué gente tan peculiar.

La llegada a Helsinki en avión ya fue bonita. Era casi de noche. Pero digo "casi" porque se veía una franja más clara a peser de ser ya muy tarde. Esa franja se encontraba en el norte, donde el sol apenas empezaba a ponerse por las noches. Hasta pocas semanas antes, el astro rey parecía emplear una triquiñuela cósmica para eludir su responsabilidad y no ponerse nunca: tras bajar hacia la línea del horizonte, volvía a elevarse en el cielo. Es el conocido fenómeno que llaman el sol de medianoche. Lo máximo que vimos nosotros fue una luz lejana, desde el avión, a la 1 de la madrugada. Pero fue suficiente para desear volver a esta tierra antes de poner los pies en ella: para presenciar el mencionado fenómeno en verano y la aurora boreal en invierno.


El nativo Ilka nos ha ayudado a comprender muchas cosas que nos quedan muy lejos. Personalmente, yo desconocía que medio país era casi sueco, que durante siglos estuvo sometido a ataques casi constantes de los rusos, los suecos y, finalmente, incluso los alemanes. No sabía que, además de finés y sueco (cooficial en muchas ciudades; cooficial de verdad, pudiendo estudiar en ambas lenguas), existe el carelio (en la Carelia finlandesa y rusa), y varias lenguas laponas, es decir, diversas variedades de sami.

En la foto, un ejemplo de finés y las tres lenguas samis de Finlandia (en otras zonas de Escandinavia aún hay más), que tan solo hablan unas 3.000 personas.


Por lo demás, las experiencias vividas en dos semanas se pueden resumir en dos cosas principales: mi reencuentro con mi gran amiga y su nueva vida, es decir, la de su niñito finlandés; y mi disfrute de la naturaleza de aquel verde país. Aun siendo víctima de la sequía más rigurosa en 100 años, cerca de la casa de Antonia, en la misma Helsinki, seguía vibrando la naturaleza de un parque natural protegido lleno de vida. Eso es impensable en Barcelona. Del mismo modo que sería un espejismo ver justo al salir en coche de la Ciudad Condal bosques infinitos. Allí, a sólo 5 minutos de la capital estabas ya en otro paisaje, aparentemente otro modo de vida: