viernes, septiembre 22, 2006

Suomi V: De Laponia

En Laponia hace frío
Pero yo me río

Mi abuelo Joulupukki

Es amigo mío

Noeli



La última semana me fui a Laponia yo solo. Volé a Rovaniemi por 39 euros (todo incluido). Allí me quedé un día, que aproveché simplemente para hacer una excursión en lancha hacia una granja de renos. Se trataba de una actividad plenamente turística (nunca había visto tantos guiris españoles juntos en el extranjero), pero fue bonito ver a estos animalitos tan de cerca. ¿Sabíais que los cuernos están cubiertos en algunas épocas del año por pelito?

Rovaniemi es conocido por ser supuestamente el lugar que aloja a Papá Noel. Cerca está el punto OFICIAL de comienzo del Círculo Polar Ártico, que coincide casualmente con la Oficina de Correos OFICIAL de Santa Klaus, que se halla curiosamente cerca del Parque Temático de Santa Klaus. Por eso, el aeropuerto también tiene el sello que demuestra que es el Aeropuerto OFICIAL de Santa Klaus. Ir allí en invierno debe de ser terrorífico. Vivir allí, aún más. Quizás por eso los seres más conocidos del lugar, casi héroes nacionales, sean los componentes del grupo Lordi, los monstruos ganadores del último festival de Eurovisión. Yo también me haría siniestro si viviese allí, rodeado de oscuridad en invierno y papás noeles falsamente sonrientes la mitad del año. Aunque de hecho, este personaje de origen pagano era un ser maligno. Joulupukki (ese es su nombre finlandés) significa algo así como el hombre cabrón, porque era una especie de mezcla de hombre y macho cabrío. Pretendía que los niños fueses buenos, pero a costa de darles miedo, algo así como nuestro coco. Con el tiempo, su imagen se transfiguró. Para algunos pasó a ser un borracho gracioso hasta que, al final, se convirtió en lo que es hoy día: un viejo bonachón que trae regalos a los niños buenos. Yo me quedo con Joulupukki, que entronca mejor con los ritos paganos de la zona.



Pero Laponia, afortunadamente, es muchísimo más que la supuesta tierra de un tío gordo. Es tierra de preciosos paisajes... y de rebaños de renos. En Saariselka, el parque natural en el que me alojé, vi varios de estos rebaños cerca de mí. Me miraban y se iban, pero el caso es que los vi, sueltos en su medio natural. Caminé mucho por paisajes formados por la retirada de los glaciares, llenos de arbustos con bayas (cogí y devoré unas cuantas) y de árboles. Casi todo el tiempo estuve solo, con dos ramas de árbol que usé a modo de bastón. Los nativos utilizan con mucha frecuencia dos bastones para hacer caminatas, ya sea por la ciudad o por el bosque. Los denominan northern sticks y sirven para que la parte superior del cuerpo también se ejercite al caminar. Me gustó la experiencia. Deberíamos hacerlo también aquí.

Me quedan las ganas de volver a Laponia con la nieve y la aurora boreal. Qué pena no haber ido cuando se puede apreciar este fenómeno. Tampoco llegué a ver el sol de medianoche (un mes antes sí habría podido), pero eso sí: las noches duraban sólo 3 horas, y nunca llegaban a ser oscuras del todo. Sólo eso ya me impresionó. La foto que veis justo debajo de estas líneas fue tomada el 17 de agosto a las 3 de la mañana, y fue el momento más oscuro de la noche.

En definitiva, cuántos mundos desconocidos en este mismo planeta. Kitos, Suomi, por haberme dejado vivirlo. Sin duda, volveré. De momento, mantengo cerca de mi alma los recuerdos, las fotos y Los amantes del círculo polar, película que he vuelto a ver y que me sigue pareciendo un bellísimo cuento.